(Nota del autor) Cualquiera que me conozca sabe perfectamente que no me caracterizo por prejuzgar a nadie a la ligera, como todo el mundo me hago mis composiciones de lugar, todos pensamos que a veces llevamos encima un aura a lo Hercules Poirot que nos da un olfato detectivesco y una intuición de esas que no fallan pero…va a ser que no.
Me va a costar seguramente que os pongáis en escena, cuando quieres llevar a este trozo de papel electrónico algo que vives internamente, es necesario tener habilidades con la prosa (ayuda Diego ;D) y tanto escribir sobre informática atrofia el verbo.
No ayuda aquello de la multitarea, es complicado salirse del registro habitual y leer con una cierta atención, a mi me pasa también pero intentaré poneros en situación. Luego siempre está el riesgo de que visto por los ojos de terceros, lo que para uno tuvo un cierto sentido, sea la cosa más normal del mundo para otros, correré el riesgo -;).
La historia;
«Las apariencias engañan», buena frase, si. Por motivos laborales en los que no voy a entrar ya que entran dentro de mi vida privada, sé muy bien y lo llevo a la práctica día a día, que no puedes como digo un párrafo arriba juzgar a nadie a la ligera y menos por su aspecto, siempre he sido de los que hablan con el tío aparentemente más «raro-extraño» y donde otros «huyen o temen», yo empatizo. Es más, alguno de los que leen este blog, me ha dicho aquello de «algún día vas a tener un problema» por mi concepto de lo peligroso y lo que no lo es…
Esta semana fui testigo de un hecho que me hizo pensar en todo esto y saliéndome de la temática habitual del blog (que para eso está), quería compartirlo con vosotros.
Sucedió el pasado Martes, después de mi parón laboral con 15 días de vacaciones que saben a poco y buscando algo de desconexión en mis dos horas del mediodía para llevarme algo la boca, me acerqué a una de esas «ventanillas del mal comer» como diría Dest xD, donde sin bajarte del coche en el colmo de la vagueza, puedes engañar al estómago con una de «hamburguesa-patatas-cocacola-sin-gas-helado» que de vez en cuando tiene su gracia.
Mientras esperaba, vi por el retrovisor a alguien que venía andando hacia el coche (o más bien hacia la entrada pero en la zona reservada a los coches) con lo que coloquialmente se suele decir «una pinta muy rara». Vestía vaquero negro, camiseta y gorra del mismo color, es curioso pero podía haber sido yo mismo en cualquier momento fuera de mi horario laboral.
Si vi algo extraño en él no fue la ropa o el aspecto, lo dice uno que ha tenido que oir unas cuantas veces la chorrada de «si quieres entrar quítate la gorra» (algún día hablaré de ello), más bien el gesto o su expresión o la sensación general que me dio. Instintivamente, yo que tenía las ventanillas delanteras abiertas, medio subí la del acompañante por donde él pasaría casi rozando el coche segundos después.
Antes de llevar mi ración de «al rico colesterol» , me dio tiempo a ver que según entraba él al local, dos que estaban en la puerta se apartaron al momento y le dejaron entrar delante (me digo a mi mismo que algo habría cuando no me pasó sólo a mi). Yo me llevé mis dos bolsas de papel no sin antes mirar si me faltaba algo dentro (daría para otro post) y me olvidé del tema…
Aparqué el coche como a un kilómetro de allí, frente a un prado donde tienes la sensación que va a aparecer Niebla corriendo y detrás Heidi, como muy idílico o así te lo ajustas en tu segundo día de curro…
Pero, cosas de la vida, después de la ingesta con unos 27 grados de temperatura que para Asturias ya es una ola de calor xD, me bajé del coche a fumar un cigarrito tranquilamente y que me diera un poco el aire. La zona donde estaba aparcado, se encontraba a unos metros de la carretera y caben unos cuantos coches. Levanté la vista y allí estaba.
Venía caminando hacia el lugar donde tenía el coche en sentido descendente, llevaba el mismo paso que cuando le vi por el retrovisor la primera vez. En los demás coches aparcados no había nadie por lo que «técnicamente» estábamos él y yo. En lugar de seguir el sentido de la carretera, se adentró en el borde del parking, él cambió el sentido de su marcha y ese hecho, viéndole a unos 100 metros de donde estaba yo, no tenía mucha lógica por lo que me dio por pensar que se dirigía hacia mi.
Uno de los mejores consejos que me dieron ya desde muy pequeño en mis correrías por Bilbao, (mi primo Marcos) es que si estás en una situación que consideras de cierto peligro, le hagas saber al otro que «lo sabes», es algo innato, estaba a unos 50 metros y no me metí en el coche, simplemente me quedé fuera y le miré, el me miró y nos cruzamos un par de segundos la mirada, no tuve miedo en ningún momento, sino más bien una extraña y conocida sensación dentro.
Nunca sabré si fue mera casualidad o mi actitud lo que lo motivó, pero a unos 25 metros, muy cerca de mi y del coche, cambió su trayectoria y volvió a la carretera siguiendo su camino, esto sucedió muy rápido pero muy despacio a la vez, yo acabé el cigarro y seguí mirando hacia el prado donde Niebla no aparecía, pero había un mastín leonés que si te descuidas un poco, acabas siendo tú la «comida rápida» -;).
Todo esto podría entrar dentro de lo normal, siendo una situación un tanto extraña (y difícil de explicar si no estás allí y no lo vives) pero lo que me dejó fuera de juego fue la visión de «el hombre de negro» 15 minutos después.
Cuando me disponía a volver al trabajo, maniobrando con el coche, entre uno de los giros pude ver parte de la carretera por la que el protagonista de esta historia se había ido, levanté la mirada y allí estaba, a unos 100 metros más abajo de donde me encontraba yo, acariciando a unos caballos desde el borde del vallado que lindaba con la carretera, les estaba como hablando y allí estaban ellos tan tranquilos, me quedé mirando la escena y algo dentro de mi me dijo «un tío que hace eso no puede ser mala gente«.
Imagen Wikimedia Commons.
Actualización, Lunes 14,40 h, le vi de nuevo
Si, me había quedado como con ganas de saber más, a una hora que más o menos era la del Martes pasado y hace unos 20 min estaba en el mismo parking pero dentro del coche y con visión por el retrovisor (menos mal).
Digo menos mal porque si no me doy cuenta y se me pega a la ventanilla (abierta) me da un susto de cojones…Hoy ha sido totalmente diferente y que nadie piense que me lo estoy inventando en plan Iker jiménez para tener en vilo a la audiencia, para nada amigos.
Suponed que mi angulo de visión por el retrovisor se perdía carretera abajo por un muro, cuando me di cuenta de era él (inconfundible y hoy con camista blanca, por aquello del hombre de negro) le seguí vía el espejo, justo antes de que no le pudiese ver y de que teóricamente seguiría su camino, se giró, miró hacía el coche, vio que había alguien dentro ¿reconocería el coche? Y directo hacia mi a paso firme.
Unos 50 metros, en ese momento no quise saber si quería un cigarro, su interés por el mundo equino ni leches en vinagre. Marcha atrás, primera y saliendo de ahí a toda hostia.
Fin de la historia, lamento que sea un final tan poco épico, pero esa expresión tan fría en una tez muy morena por lo que pude medio ver, no traía consigo nada bueno y no seré yo quien intente comprobar lo contrario…